¡Que te oigan hablar bien de ellos!

Con los abuelos, con otros padres, con profesores…

¡Qué bien salió ayer mi hijo del cole! ¡Está entusiasmadísimo con las clases de inglés!

¡Este viernes va a invitar a sus amigos después de natación, es estupendo! ¡ Qué integrado está con sus amigos!

¡Qué bien se está organizando! ¡Está tan responsable, estamos orgullosos de él!

Siempre os digo que los niños son como esponjas, absorben todo de nosotros y parece que tuvieran antenitas porque están pendientes de lo que decimos y de lo que hablamos con otros adultos en cada momento.

Cuando nuestros hijos, niños o adolescentes, nos escuchan hacer comentarios con otros adultos de lo bien que están gestionando sus estudios, de las decisiones que han tomado, de los felices que nos pone que compartan tiempo con amigos responsables, se sienten poderosos.

Ellos escuchan con la ilusión y la satisfacción  que transmitimos lo que están logrando o las actividades que están haciendo y os aseguro que los motiva y los anima a pensar ¨lo estoy haciendo bien¨ y a continuar con una buena actitud ante lo que se les presente.

En ocasiones escucho a padres decir que sus hijos no se dan cuenta de ciertas situaciones, o que los niños no saben lo que está ocurriendo con algún conflicto que está sucediendo en casa y esto no es así. Pensar que realmente nuestros hijos ¨no se enteran¨ de determinadas situaciones sería menospreciarlos.

Nuestros hijos perciben, escuchan, sienten todas las situaciones que los rodean, sean buenas o malas.

Escuchan lo que los abuelos comentan, lo que otros padres nos dicen o lo que nosotros les decimos a los demás.

Las palabras influyen en nuestros hijos, da igual la edad que tengan, por eso es tan importante lo que hablamos delante de ellos.

Imagínate qué sensaciones tan opuestas sienten nuestros hijos cuando escuchan de sus padres decir: ¨ya veremos cuándo se digna a hacer su habitación¨. ¨A ver si aprueba de una vez¨. ¨Ya está bien de que le tengamos que hacer todo¨. ¨Yo a su edad…¨.

Estas frases tan frecuentes van acompañadas de una actitud de los adultos de cansancio y de agotamiento que solo sirven para desahogarnos.

El efecto que les produce a nuestros hijos es de rechazo, indiferencia y no los motiva a cambiar de actitud ni les aporta herramientas.

Cuando nuestros hijos perciben esta situación y escuchan este tipo de frases se sienten juzgados, poco valiosos, perdidos.

Recordemos que siempre nuestros hijos quieren que estemos orgullosos de ellos y si no lo logran es porque no saben cómo hacerlo, lo que les provoca una gran frustración.

Los padres debemos ayudarlos, desde las pequeñas cosas que son las más valiosas para ellos.

Que nos escuchen hablar bien de ellos es algo muy motivador. ¿Acaso no te pasa a ti como adulto?

Si estás pensando que en este momento no encuentras buenos adjetivos para elogiar a tu hijo, porque está pasando por una etapa complicada, indaga, busca, que seguro hay cosas que hace muy bien y podéis valorarlas.

Hacerles saber lo orgullosos que estamos de ellos por diferentes situaciones que han sabido resolver, por haberse esforzado en hacer algo que no tenían ganas de hacer, por el esfuerzo de haber vuelto temprano de una salida con amigos para no acostarse tan tarde, te aseguro que los incentivará a continuar por ese camino.

Hay pequeños logros del día a día que no valoramos  y nuestros hijos necesitan que se los reconozcamos.

Si apreciamos las pequeñas cosas bien hechas  y nos centramos en lo positivo, los hará engrandecer y los empujará a continuar con una buena actitud.

Recuerda que nuestros hijos quieren que los padres estemos orgullosos de ellos, a veces no encuentran la manera.

Debemos acompañarlos dejándolos que hagan y valorando su esfuerzo.

Muchas veces estamos tan sumergidos en el trajín del día a día que se nos escapa apreciar un poco más cuánto se han esforzado para lograr algo.

Recuerda siempre el gran poder que tienen las palabras, para lo bueno y para lo malo.

¡Habla bien de ellos, que te escuchen hacerlo! Los animarás a ir consiguiendo metas con entusiasmo.