Las palabras no bastan…

¨No puedes estar todo el día con el móvil¨. ¨Me tienes que mirar cuando te hablo¨.

 ¿Sermones? ¿Frases repetidas?

La realidad es que repetir y repetir frases sin obtener el resultado que esperamos, solo nos sirve a los adultos para desahogarnos.

No cumplen un papel de aprendizaje para nuestros hijos.

Ellos desconectan y dejan de escucharnos evitando el diálogo.

¿Cuántas veces les repetimos a nuestros hijos las mismas frases?

Muchas veces cargadas de enfado, cuando llegamos al límite de una situación determinada.

¡Que hagas ya los deberes! ¡Que apagues la tele de una vez! ¡Que me voy y ya no te espero! ¡Que llegamos tarde!

Repetirles siempre lo mismo no es ofrecerles estrategias para modificar su conducta.

Debemos hablar con ellos en el momento adecuado y establecer pautas, normas y horarios para organizar de antemano las actividades diarias.

Dar por sentado que los niños ya  saben lo que esperamos de ellos no es una buena razón para no buscar un  momento, hablar con ellos y acordar lo que nos parezca mejor.

Es necesario dialogar y dejar claro de qué manera haremos las cosas y así evitar malos entendidos.

¿Qué pautas debemos establecer?

Debemos reconocer que establecer pautas con nuestros hijos es educarlos.

Sabemos que debemos ponerle limites, pero no sabemos cuáles ni cómo hacerlo.

Horas de sueño, horario de las comidas, de juego o plantear los límites de cualquier situación que nos sea difícil de gestionar en un  momento determinado, son necesarias establecer dialogando.

Sentarnos y rever normas ya establecidas que vemos que no nos funcionan también nos ayudará a vivir en un ambiente relajado y seguro.

Aprender a comunicarnos desde edades tempranas tiene la ventaja de prepararnos para una convivencia respetuosa.

En muchas ocasiones vemos la necesidad de poner limites claros en la adolescencia, cuando la convivencia se hace difícil, es  importante dialogar y acordar con ellos sobre todas las situaciones que se nos hacen incómodas de manejar en el día a día.

El orden en su cuarto, los horarios para irse a dormir, los días de salidas con amigos, debemos hablar con nuestros hijos de todas las situaciones que nos causan a los adultos malestar y por supuesto hacer hincapié en aquellas situaciones que nos han hecho sentir orgullosos por cómo las han gestionado.

Anticiparnos a situaciones conflictivas evitará que vivamos en constantes discusiones.

Para obviar los sermones y estimular el diálogo, la comunicación debe ser:

  • Con un lenguaje adecuado, acorde a la edad y madurez de cada niño.
  • En un momento en que estén receptivos.
  • Mirándonos a la cara, sin móviles ni tele de por medio.
  • Escuchándonos, primero habla uno y luego el otro, respetando el turno de palabras, sin interrumpirnos.
  • Controlando las emociones que nos provoca lo que nos dice nuestro hijo si no estamos de acuerdo, para evitar juzgarlo.

Crear un ambiente agradable de comunicación y de confianza nos ayudará a resolver los conflictos que se vayan presentando y a ir adquiriendo práctica para hablar con ellos de una manera respetuosa y contundente cada vez que lo veamos necesario.

¨Aún no puedes ponerte con el móvil, no has terminado las tareas. Recuerda que acordamos que las harías después de comer¨.

La forma de hablar es respetuosa y estamos poniendo límites sin necesidad de enfadarnos ni de discutir, porque lo hemos acordado con anterioridad.

Otro punto importante para una buena comunicación con nuestros hijos es, como siempre os digo, educar con el ejemplo, las palabras no bastan si no van acompañadas de la coherencia de nuestros actos.

Cuántas veces les vamos diciendo cosas mientras estamos mandando un mensaje con el móvil, o les cometamos algo sin mirarlos a la cara porque estamos terminando un trabajo.

Si se dan estas situaciones, el decirles ¨mírame cuando te hablo¨ o ¨ya puedes dejar el móvil¨ pierde todo el sentido para nuestros hijos.

Si nosotros, los adultos, no podemos dejar a un lado los móviles o apartar los temas del trabajo cuando estamos hablando con ellos, poco nos servirán nuestras palabras para educarlos.

Nuestra forma de actuar  debe ser coherente con lo que queremos que ellos hagan con nosotros.

El diálogo, el respeto, la paciencia y el amor con lo que les transmitimos son necesarios para que los niños aprendan.

Tener momentos para plantear limites, expresar nuestras emociones y pensamientos es la clave para brindarles confianza y hablar libremente.

Y recuerda que si hablamos desde el razonamiento y la empatía, sin ordenes o frases como ¨porque lo digo yo¨, la convivencia será más llevadera.