30 Nov ¡No te entiendo!
¨Mi hijo se enfada porque no le entendemos¨. ¨Habla como un bebé cuando está rodeado de otras persona¨. ¨Empieza a tartamudear y tarda en decir lo que quiere¨. ¨Hay momentos determinados que no se le entiende nada¨.
¿Qué debemos hacer?
En primer lugar debemos comprender que la forma de hablar se relaciona con la conducta. Si estamos en una situación tranquila nuestra forma de hablar seguramente será tranquila, si en cambio, el entorno es revoltoso, será bastante difícil que se dé una comunicación relajada.
Para comunicarte mejor con tu hijo:
Aprende a identificar y modificar las conductas que inhiben la fluidez del niño.
Si te das cuenta que cada vez que sale del cole quiere contarte rápidamente todo lo que le ha pasado, y está su hermano que también quiere compartir sus anécdotas, asigna un momento para cada uno, en un lugar tranquilo y sin prisas.
Fomenta las conductas que faciliten su expresión.
Enséñale a que se acerque para contarte cosas, que te mire a la cara, que solo te hable y no esté haciendo más cosas mientras te habla.
Evita las situaciones que le causen tensión.
Si notas que habla mucho más rápido cada vez que termina de jugar con el móvil o con la ¨play¨, limita esas actividades.
Si ves que el entorno le produce nerviosismo, no intentes tranquilizarlo diciéndole que hable más lento o que se tranquilice. Presta atención al contenido y no te centres en la forma.
Si tu hijo te cuenta algo muy importante para él y notas que se traba, no lo interrumpas ni trates que cambie la forma de contártelo. Esfuérzate por centrarte solo en lo que te quiere transmitir.
Si estás conduciendo y tu hijo te va hablando, escúchalo y retoma la conversación en casa.
En las situaciones en las que no tenemos contacto visual y los niños saben que estamos haciendo otra cosa, como conducir, puedes decirle frases como ¨te escucho¨ así le transmites atención a lo que te está contando.
Es muy importante que se sienta escuchado. Piensa qué sientes tú, como adulto, cuando le hablas a alguien y notas que no te está escuchando aunque estés a su lado.
Busca un momento cada día para comunicarte con él. Dile cuál será vuestro momento para charlar tranquilamente. Si ya tenéis acordado de antemano que durante la cena será vuestro momento de charla, o cuando tu hijo ya esté acostado, o durante la merienda, os generará tranquilidad por tener tiempo para vosotros y sin daros cuenta dejaréis para ese rato las charlas que se llevarán a cabo con naturalidad.
Si lo notas nervioso obsérvate a ti misma/o y descubre si tú también lo estás.
En muchas ocasiones los adultos no nos damos cuenta lo que estamos transmitiendo con nuestros gestos o actitudes.
Si ves que tiene prisa por decirte algo, dale tranquilidad, cógele las manos, míralo a los ojos. El contacto corporal y visual les transmite tranquilidad y los hace sentir que estamos allí, interesados por lo que nos están contando.
Proporciónale oportunidad para expresarse.
Déjalo que termine de hablar, respeta sus tiempos y luego dile lo que te parezca.
Muestra interés por lo que te cuenta. Presta atención a tus reacciones y en la forma en que lo escuchas.
Verás que si te pones a pensar en cómo se llevan a cabo vuestros momentos de comunicación e intentas modificar pequeños detalles, se generará entre vosotros una comunicación más fluida y distendida.