¡Qué mágico! ¿Cómo comienzan a hablar los niños?

El llanto del recién nacido es el punto de partida en el desarrollo de su propio lenguaje.

¿Sabemos los padres qué es lo que quiere nuestro bebé cuando llora, si es por hambre o por dolor? ¡La respuesta es sí! La mayoría de las veces podemos interpretar su llanto.

Desde que nace estamos comunicándonos con él, incluso desde que se está gestando. Comenzamos a estimularlo con nuestra voz, con nuestras palabras, con canciones y con frases.

Es así como surge el lenguaje, comienza a estructurarse con esta relación entre el niño y los que lo rodean.

Las primeras emisiones del bebé son tipo reflejo, le sucede el juego vocálico, luego el balbuceo y con todos estos sonidos, nuestras propias interpretaciones de lo que nos demanda. Vamos estableciendo un vínculo de comunicación. Damos respuestas a todo lo que nos quiere “decir” a su manera.

Y van pasando los meses, y los sonidos del comienzo se irán transformando en otros sonidos más complejos. Luego irán llegando las primeras palabras, las frases, y poco a poco se irá enriqueciendo hasta llegar a formar el lenguaje adulto.

Cuando todo va por buen camino…

En el proceso de comunicación el niño va asimilando los sonidos del entorno.

El lenguaje requiere de un mecanismo de coordinación neuromuscular de diferentes órganos (oro-faríngeos-laríngeos-auditivo), y la integración y maduración del sistema nervioso central para que se construya y estructure. Pero algunas veces este proceso no es posible porque el niño no recibe los estímulos o no los integra con normalidad.

Si observamos que alguna de las etapas del desarrollo del lenguaje (juego vocálico, balbuceo, palabras, frases) se ven interrumpidas y el lenguaje del niño se va empobreciendo, incluso se interrumpe en lugar de enriquecerse poco a poco, debemos consultarlo.

Y si ya habla, pero no podemos comprender todas las palabras que nos dice; si se enfada cuando no le entendemos lo que nos está contando; si tenemos que llamarlo muchas veces para que nos responda, también son motivos de consulta.

¡Qué tranquilidad sentimos cuando compartimos nuestras inquietudes y nos ponemos manos a la obra! Nos encontramos acompañados y comprendidos, todo se torna más fácil y comenzamos a sentir que no era tan grave como pensábamos.