¡Hasta aquí!

Poner límites es importantes para todos, niños y adultos.

Todos en nuestras vidas necesitamos establecer límites, son importantes para cualquier relación.

Nos enseñan a vivir en comunidad, a sentirnos queridos y cuidados.

Sin límites un niño  no sabrá lo que está bien y lo que no.

Le costará comportarse sanamente y relacionarse con otras personas.

Muchas veces os he transmitido que el lenguaje que utilizamos y la forma de hablar causa un impacto importante en el otro.

Por esto, la manera en que planteamos un límite es de gran importancia para nuestros hijos pequeños y adolescentes.

¿Cómo y cuándo debemos expresarlos?

Nos conviene hacerlo antes de llegar a nuestro límite, para no perder el control y no reaccionar de un modo exagerado.

Con calma, pero a la vez con firmeza.

¨No puedo dejarte jugar con las llaves, si se pierden no podremos entrar a casa¨.

  1. Pon el límite antes de llegar al tuyo. Si has llegado a tu límite le arrebatarías las llaves gritándole ¡No me fío de que tengas las llaves! 
  2. Comienza desde que tus hijos son pequeños, verás que en la adolescencia te comunicarás con más facilidad.
  3. Habla con calma, con amabilidad y con firmeza.
  4. Ten la convicción que establecer límites es absolutamente necesario para todos.
  5. Las amenazas no son efectivas.
  6. Sé consecuente con tus palabras (no vuelvas a darle las llaves).
  7. No temas a las rabietas que pueda ocasionar el límite que has puesto. Muéstrale empatía por su frustración por no poder tener o hacer lo que quiere, manteniendo los límites.
  8. Sé flexible cuando toque.

 

¿Y si tu hijo no está de acuerdo con lo expuesto?

De pronto nos vemos envueltos en un círculo de argumentos y planteamientos a los que respondemos interminablemente.

No llegues a este punto, te encontrarás inmerso en discusiones que no son necesarias para plantear una norma que consideras adecuada.

Por tanto, expresa tu límite explicándole cómo te sientes y lo que quieres con una frase clara para no llegar a enredar la situación.

Detén la conducta con un límite claro: ¨No me siento cómoda con que sigas jugando con las llaves, cogeremos otra cosa para que juegues¨.

Detienes la conducta sin traspasar tus límites y sin perder los nervios.

Para imponer un límite no inventes razones, muestra tus verdaderos sentimientos y tus preferencias que influyen en tus decisiones diarias como la hora adecuada para irse a dormir, de cenar, de irse de un cumpleaños, de ponerse a estudiar.

Si le das los motivos tal como los sientes, con respeto, le estas enseñando a ser honesto con sus propios sentimientos, a poder compartirlos y a ser empático con los demás haciendo mucho más fácil la comunicación desde que son pequeños.

Un niño al que se le ponen límites se sentirá seguro porque entiende que nos preocupamos por él.

Se sentirá protegido, lo cual le generará  confianza en sí mismo y una buena autoestima.

Será capaz de controlar sus emociones en todas las etapas de su vida.